Doña Gloria ha recibido
la visita de la otra,
aquella esposa que tuvo
Don Rafael en su Cuba.
Le caen los lagrimones
a la elegante seora
al pensar que su riqueza
va a irse por la borda.
Corre rauda doña Gloria
a confesar sus dolores
a la hija y heredera
de sus artes poderosas.
¡Ay, Patricia, hija mía,
que ha llegado la loba!
No, tranquila, niña mía
que lo nuestro no lo roba.
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