Los profesores se ponen
de huelga porque no quieren
estar en clase más horas
en duros tiempos de crisis.
Trabajan menos de veinte,
la mitad de lo exigido
a currantes que no tienen
vacaciones de chiquillos.
Mientras protestan y lloran,
los padres compran los libros
temiendo no tener pasta
para hipotecas y mochilas.