Don Juan Carlos y Corinna
merecen esta mi crónica
redactada en verso rápido
a las doce de la noche.
Todos hablan de la fiesta
donde hubo barbacoa.
Yo quiero hablar a ustedes
de la Nochebuena juntos.
Decían que en la Zarzuela
cenaban los Reyes solos
y nuestro Rey ya cenaba
con su amante más rubia.
Entre besos y cariños
abrazaban al precioso
niño que quería tanto
el Rey Emérito entonces.
Corinna guardó las fotos
y las enseña ahora
escandalizando a todos.
Doña Sofía se esconde
en los palacios y llora.
Don Felipe se avergüenza
del padre que tuvo a otra.
La aún Infanta Cristina
dice que no lo perdona.
Doña Elena, más chulapa,
no opina, pero llora.
Los españoles le quitan
a don Juan Carlos las calles
que le dieron con su nombre
y le piden las medallas,
y hasta quieren que entregue
algunos de los millones
que le quedan para estar
entre jeques y señoras.
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