Enrique Ponce y Paloma
van a seguir muy casados
por la Iglesia y por los curas
que los tendrán bien atados
porque no quieren decir
que lo suyo no era nada.
Se casará el torero
por lo civil y pagando
los gastos del buen convite
con una exclusiva grande
en el ¡Hola!, donde dicen
que sigue teniendo trato.
Ana Soria ya prepara
un vestido casi blanco
para ir ante el notario
a dar el sí a su amado,
pero la joven aún sueña
con el altar para fechas
donde ya no sea escándalo
decir que Ponce la quiere
y prefiere a Paloma,
la mujer que fue perfecta
esposa de un torero.
Es una pena que no haya
una boda con solera
en la catedral que elija
la novia joven y bella.
Una boda sin un cura
queda fría y desierta
aunque inviten a dos mil
personas con sus atuendos
de invitados de enlace
entre el torero viejo
y la joven estudiante
que renuncia al Erasmus
por su amor a un torero.